Dar un vistazo al primer capítulo


          Despertar en la oscuridad
Octubre 2009
Oscuridad, silencio, dolor y frío. Estas fueron las sensaciones que percibió Bashkim cuando recuperó el conocimiento. Haciendo un esfuerzo logró levantar sus párpados, pero la oscuridad seguía allí. Sólo un pequeño haz de luz de luna que se colaba por una ventana lejana y que dibujaba un rectángulo azulado en el suelo, le transmitía la certeza de no estar ciego.
Trató de gritar, pero no le salió ningún sonido de su boca. Tosió, y pudo percatarse de que tampoco estaba sordo. En ese momento se dio cuenta que se encontraba en una habitación grande y diáfana, basándose en el tiempo que le tomó a las ondas sonoras volver convertidas en eco.
Bashkim estaba en posición vertical, pero sus pies no tocaban el suelo. Los brazos estaban por encima de su cabeza sujetos por sus muñecas con unas correas de cuero. También estaba atado a la altura del abdomen y de los tobillos, manteniéndole unido a una fría columna de acero. Aún así, una gran parte del peso de su grueso cuerpo tiraba de sus muy adoloridos brazos. La presión ejercida sobre sus muñecas, dificultaba que la sangre pudiera llegar a los dedos de las manos, proporcionándole un incómodo cosquilleo.
Una leve brisa que recorrió el recinto chocó contra su húmedo y desnudo cuerpo, el cual se estremeció por el cambio de temperatura producido al evaporarse el líquido que le cubría. Los vapores resultantes llegaron hasta sus fosas nasales. Al percibir el aroma se estremeció. ¡Gasolina! ¡Su cuerpo estaba cubierto de gasolina!.
Al conjunto de sensaciones desagradables que tenía acumuladas, se comenzaron a añadir una nuevas, como miedo, impotencia, incertidumbre y desorientación. “¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado? ¿Quién me ha hecho esto? ¿Cómo me puedo soltar?” eran las preguntas a las que su mente no encontraba respuestas. Por más que trataba de recordar lo que había pasado, sólo le venían a su cerebro, trozos de su memoria reciente.
Le dolía la cabeza. Estaba mareado. Quizás por los vapores de la gasolina, o el fuerte ardor que sentía en la base del cráneo, o el esfuerzo por recordar, o todas esas cosas juntas.
Trató de utilizar su fuerza bruta para liberar sus manos. Cada movimiento que realizaba con sus brazos, hacía que las ataduras se le incrustarán más en la fina piel de las muñecas, al tiempo que hacían sonar las cadenas a las que estaban sujetas.
Sus ojos se estaban adaptando a la oscuridad reinante. A unos metros a la derecha, pudo ver que había otra columna y se delineaba el cuerpo de otra persona en una posición similar a la suya, sólo que la cabeza de esta persona tenía el mentón apoyado en el pecho, por lo que asumió que estaría sin conocimiento, o quizás muerta.
Del otro lado, muy cerca del haz de luz, pudo ver un vestido de mujer tirado en el suelo y un metro más lejos visualizó el cuerpo de una chica. Estaba desnuda e inmóvil y tenía manchas oscuras en su piel, que muy probablemente podía ser sangre. La chica era morena, de pelo corto y con unas largas piernas. Entonces lo recordó todo. Fue como si se hubiese encendido una bombilla en su cerebro: el bar... la espera... el socio... el cargamento que no llegaba... la chica morena... sus piernas... sus pechos pequeños... el Porsche... y luego nada. “Este tío ha perdido la cabeza. Se ha vuelto loco. Si mató a su fulana, seguro que me matará a mi también” pensó.
-          Petro, hijo de puta. ¿Te has vuelto loco? – pudo gritar Bashkim – Si me sueltas, te prometo que no te mataré.